jueves, 6 de octubre de 2011

Reflexión sobre las Viñetas de la SEGO


En estos días mucho se ha debatido tanto en las redes sociales como en la comunidad bloguera sobre las viñetas del Dr. Servet, la violencia obstétrica y el silencio de la SEGO. De las viñetas es mejor no hablar. Son feas y punto. No hay nada que las salve. Están allende el mal gusto, como trabajo artístico no merecen comentario y como cuestión de humor son burdas. Son "eso" que no hay por donde agarrar, "eso" que no se puede defender, "eso" que no da risa, que refleja lo  peor de un gremio y que saca a la superficie  la metedura de pata, la falta de juicio y la ausencia de ética. Sin embargo, lo peor de estas viñetas es que evidencian dos cosas: por un lado, que la violencia obstétrica está tan arraigada en nuestra sociedad que pedir respeto es una afrenta y la actitud machista e infantilizadora. Las viñetas son violentas en tanto nos convierten en el objeto de burla y reducen a ese único objeto.


Hasta que estuve embarazada no fui consciente de las verdaderas historias de terror por las que día a día pasan cientos de mujeres. Historias que van del pánico a la pena pasando por los comentarios desmañados del personal obstétrico. Da igual el centro que sea y hasta el/la médico/a que sea,  en unos centros y profesionales abundan más que en otros, eso es cierto. También cabe decir que existen profesionales muy concienciados que se esfuerzan por brindar una atención excelente a sus pacientes. Son cuidadosos/as y amables, comprensivos/as y respetuoso/as. El detalle es que hay que buscarlos/as. Enfrentarse al casting. En mi caso, cuando decidí quedarme embarazada fui a tres médicos/as diferentes hasta que encontré uno que no opuso resistencia a mis planteamientos. Es decir, yo quería un parto natural (sin epidural porque tengo fobia a las agujas), con la mínima intervención y lo quería en un hospital.  Vamos, lo normal hasta donde yo sabía que era traer un niño al mundo. Si tenía un embarazo normal, quería un cuidado prenatal tranquilo, no quería que me hicieran ecografías en cada visita, ni que me predispusieran a historias de terror. Tampoco quería aquello de "el día tal tendrás el bebé" sin una razón clara para ello. En palabras simples, buscábamos ante todo RESPETO, durante el embarazo y el parto para nuestras decisiones. Queríamos el consejo de un médico sin la imposición de sus criterios.  Debo decir que de tres médicos me quedé con el tercero. 



Ahora bien, volviendo al tema que me ocupa, después del silencio y últimas respuestas de la SEGO, del Dr. Servet y del Ministerio, no puedo pensar otra cosa que no sea "Qué cruda la tenemos". Sí, la tenemos bien cruda en este país no solo con la violencia de género sino con las otras violencias más "sutiles". Las respuestas que ha dado la SEGO hasta este momento son peores que su silencio. El discurso es paternalista, actitud en la que el representante de dicha organización se escudó desde un principio diciendo
"es una cosa jovial de este señor. No hay que darle tanta importancia. Es humo y ya está. La sociedad tiene cosas más importantes". Desde un principio cerraron filas y nos repitieron hasta la saciedad que sus viñetas son humor y nosotras (sobre todo nosotras) no somos capaces de verlo. Es decir, ninguna ha estudiado, tiene sentido común, no somos profesionales, ni inteligentes, ni mínimamente instruidas, ni sabemos leer, ni tenemos nociones del lenguaje para entender la factura humorística tan fina y exquisita de este señor. Esto es lo que me hace rechinar los dientes, para ellos/as somos simplemente legas. Hemos vuelto a los postulados de los antiguos tratados de medicina-o es que no hemos salido todavía de ellos-que resumían la condición de las mujeres en algo así: las mujeres por su naturaleza tienen el seso alterado y necesitan del hombre porque su intelecto no les da

 Desde el espacio de los machos (aquí se incluyen las mujeres que a falta de autocrítica con su silencio suscriben la actitud del macho) así es como se ha abordado toda esta cuestión. Sin tomar en cuenta que la actitud oficial de la SEGO (desde la falta de buen juicio para publicar las viñetas, el silencio ante las protestas y sus últimas respuestas) vulnera la relación médico-paciente. Porque, díganme ustedes, qué confianza puede tener una mujer si la sociedad profesional que representa a su médico/a, de entrada la considera no apta para dialogar con él/ella desde el respeto. El discurso de la SEGO es más ofensivo que su silencio, porque ante la presión que se ha ejercido desde las redes sociales, blogs y etc. se declaran víctimas pero siguen anclados en que las viñetas son "solo humor", "Se trata de caricaturas, con un punto de vista cómico, lógicamente sólo comprensible por profesionales de la ginecología" .  

Lo peor del discurso de la SEGO es la descalificación abierta que hace de todos los componentes sociales que han demostrado su disgusto. Es decir, excepto ellos/as (SEGO) los/las que estamos fuera de su Sociedad no podemos enfadarnos, indignarnos y hacerles saber que se han equivocado. Esta es la misma actitud que tienen muchos profesionales ante las preguntas y peticiones de las mujeres."El médico y el que entiende soy yo, no te gusta pero eso es porque no entiendes". Esto es lo que debemos atender con sumo cuidado. El discurso excluyente en el que, valga la cantinflada, incluyen a todo aquel (toda aquella) que se implique desde la petición de respeto. 

Por años las mujeres nos hemos enfrentado a que nuestros espacios masculinicen y que la tradición del macho domine lo que debe ser por definición femenino, como la reproducción, la sexualidad (la nuestra) y el parto. Cada vez se crean más movimientos solidarios de base femenina en los que se aboga por el respeto y la concienciación ante prácticas y discursos médicos que, anclados en el pasado, tanta vergüenza y sufrimiento causan a muchísimas mujeres. Eso es lo bueno y redimible de este asunto. Mi optimismo no da para que la SEGO inscriba una disculpa clara pero sí para que haya más voces, más unidas, más conscientes que expliquen al resto de qué se tratan estas cosas, defendiendo el respeto y trato que nos merecemos.


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